domingo, 31 de agosto de 2014

Relato insignificante

Hay un pedazo de cielo gris pegado al cristal de la ventana, un cielo inmóvil, petrificado, frío, y de igual color han tornado sus ojos, recién salidos de un letargo suave y que ha sentido como infinito. Sólo hay en sus ojos un pedazo de cielo gris, y el marco blanco que encuadra la acuarela gris del cielo. Hay un hombre joven sobre un sofá negro de una blanca habitación abuhardillada, donde hay una ventana en la que ahora está dibujado un pedazo gris de un cielo petrificado, y también hay un libro junto al cuerpo del hombre joven, y otras insignificantes cosas de la vida cotidiana, pero ha sido el libro el que ha adormecido al joven, quien ahora ha despertado y mira el cuadro del cielo gris. El hombre joven adormilado piensa pausado, como si estuviera dictando, o dictándose a sí mismo sus pensamientos, aunque él no piensa en sí mismo,  más bien su pensamiento es un relato para él.  Y relata lo que ve, y ve a un hombre joven sobre un sofá negro en una habitación abuhardillada, donde hay una ventana en la que se dibuja un cielo gris. Trata de acentuar en su relato los ínfimos detalles que en su mente adormilada parecen importantes, porque sabe que de su relato nadie está tomando nota, tendrá que esperar a que el hombre joven del sofá consiga vencer la pintura gris que ha petrificado sus ojos y su cuerpo, y cuando lo consiga, cuando ese cuerpo se desprenda del sofá negro, y sus movimientos lo lleve a otra habitación, no blanca, no abuhardillada, y por fin sus ojos tornen suyos otra vez y no del infinito gris, será el único capaz de escribir el insignificante relato que alguien dictaba en su cabeza.