Diré que he vuelto de un largo viaje, y después guardaré silencio. A dónde he ido poco importa, lo que cuenta es el regreso, y volveré a callar.
Cuando bajé en la estación comprendí que ésta tenía el olor,
el calor y la vida que tienen todas las estaciones. Convirtiéndome en otro
extraño escondí mis ojos detrás de las gafas de sol, cargué la mochila y caminé
por aquellos andenes conocidos y ajenos. Nadie espera a quién juró no regresar,
ni siquiera mi ciudad que entonces dormía cubierta por la fría sombra del sol
de media tarde.
Me asaltan los momentos y las preguntas, miro mis pies pisando
de nuevo estas calles como intentando silenciarlo todo, pero es inútil, sabía
que esto pasaría. Tomé el camino que debía, nadie me obligó, nadie. Dónde he
estado qué importa. Las ciudades acaban siendo todas iguales. Con quién he
estado quizás sea una pregunta más interesante, y quién ha estado conmigo.
Personas, hombres y mujeres, que en algún momento me ayudaron, me jodieron o me
dieron igual, quizás alguien me amó, y quizás, a alguien amé. Todos existen en
el infinito jardín de la memoria, como existe esta ciudad y sus árboles en la
vereda florecidos por mi vuelta.
¿Fui consciente o fue algo instintivo? La primavera trae siempre algo de regreso, decía mi abuela. Mi abuela también es un recuerdo y sus palabras una profecía.
¿Qué has hecho todo este tiempo? Aprieto sus manos mientras mi cara dibuja una mueca, conozco bien la respuesta, pero vuelvo a guardar silencio, prometo contártelo poco a poco, Sofía.