domingo, 28 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad

Estoy embarazada, susurro en su oído dormido como un grito mudo, él había llegado tarde, cuando ella dormía, ella se marchaba temprano, cuando él dormía, sus rutinas se cruzaban apenas, ambos vivían casi ajenos bajo el mismo techo. Esa era su vida desde que atravesaron de la mano la puerta automática de metal gris, transmitiéndose toda la fuerza que podían, aquella que intentaban alejar del miedo que reflejaban sus ojos, se sonrieron, o eso creyeron, una vez en la calle del nuevo país. No naufragaron, no se precipitaron desde 15 metros, nadie los traficó, no viajaron entre cajas en un carguero de conservas, carbón o basura fabricada, no les recorrió el sudor desde el cogote hasta las piernas, no fue traumático, incluso le ofrecieron un refresco en mitad del vuelo. Del otro lado de la puerta de metal nadie los esperaba, uno descubrió, entre la multitud de luces y caras, un cartel de bienvenida, formal, de un país formal. Abandonaron el aeropuerto descompuestos por la marea de gente y nervios, asustados pero hasta entonces unidos. Sintieron el cambio de temperatura, llegaban de un lugar cálido y agónico, llegaban a un lugar templado y seguro. En un arrugado papel cargaban las instrucciones, los contactos, que les ayudarían a encontrar un trabajo con el que comer y abandonarse, y una pequeña bohardilla donde dormir y exiliarse, el resto era un laberinto de edificios ordenados y palabras.
Él no recordaría aquella confesión, ni la imaginaría jamás, tampoco encontraría signos, ni huella en alguna frase del imaginario diario que ella escribía, pero todo sucedió una noche, fría como todas, de hacía dos meses, después del trabajo se encontraron en un bar cercano a casa, una salida rutinaria, se besaron sin pasión, bebieron las primeras cervezas contándose las nimiedades de la vida laboral, ella no le contó que pensó en los  nenúfares de Monet, y que estos ya no les parecían las obras más hermosas del mundo, él no le contó que suponía que la filosofía de la praxis era la mayor estafa burguesa. Había dedicado toda su vida anterior a recordar conceptos y teorías, a la sobrealimentación intelectual, a ilusionarse, sin imaginar que luego todo eso se convertiría en una pesada carga, no lo necesitaban para limpiar escaleras, ni freír patatas. Discutieron, como siempre últimamente, se insultaron, se odiaron, se culparon en silencio de la soledad que compartían, y finalmente, borrachos, llenos de ira, hicieron el amor, intentando recordar cómo fueron, lo que creyeron, y en que se amaron alguna vez como jamás volverían a hacerlo.
Ella llevaba semanas con nauseas y mareos, en los que no quería pensar, ni informarle, no confiaba en él, no confiaba en ella, pensaba en el mundo que no tenía para ofrecerle a ese hijo, en el tiempo que no tenía, en el amor que no tenía, en el padre a quien no recordaba amar, por eso para él el embarazo solo fue un susurro, aquella misma mañana abortaría, aquella mañana no nacería el Mesías, el hijo de Dios se derramaría sangre entre las piernas de una mujer triste, nadie festejaría 2000 años después el nacimiento del salvador de la humanidad, ellos no serían recordados como una dulce virgen y su fiel artesano. 

domingo, 21 de diciembre de 2014

Impostor

Todo es tan liviano como gigantes popas de jabón
dentro de este café
pero nunca explotan, para qué,
yo lo miro todo sin entender aún
cual es mi verdadero papel
intento analizar aquello que
simplemente es así
simple
así
es.

TU X SIEMPRE,
grita la pintada del muro
que en realidad es un asiento
desde donde arrojarte al mar,
olvidarte de ti,
despojarte de ti
que en realidad no
o en realdad sí
fui yo

Mis vecinos conversan de sí mismos
en lenguas que alguna vez hablé
y un inmenso sol, el de diciembre,
ilumina,
lo hace todo hermoso
y más descarnado
todavía.

Una vez nací en Argentina,
otra vez en España
pero nunca nací de la nada,
hubo un comienzo, de eso estoy seguro,
aunque alguien se lo inventara, por eso,
y empujado por una pintada,
confieso,
soy mi propio delator y rehén,
alguien me suplantó,
vivió mis historias, una y otra vez,
este mar el primer naufragio,
este poema mi parto,
pero como siempre
se me gasta el papel,
y lo dejaré a medias,
como todas mis vidas,como siempre,
yo por siempre
aunque siempre,
fuese siempre un impostor.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Relato insignificante V

Esta noche la soledad cala los huesos y la memoria se llena de fantasmas, de caras y cuerpos, de sombras que alguna vez fueron reales, aunque esto no tenga nada que ver, o sí, porque la soledad es individual pero la compartimos con todos y ahora todo es tan absurdo. Salir a la calle con la inercia de una sociedad suicida, de millones de personas que se consumen a sí mismo, del trabajo a casa y de casa al trabajo, con la fantasía de no pensar en el paso del tiempo, dejar que este se gaste solo, que se consuma y nos consuma, como debe ser, con el mínimo sufrimiento y con el máximo placer, esperando que salga el sol mañana y alguien anuncie que la batalla de nuestra vida finalmente se posterga un día más, y así sucesivamente, sin gloria ni dolor, sintiendo el aburrimiento como algo necesario. Oh Dios del siglo XXI, los templos se llenan para alabarte, todos compran su boleto diario, para ganar y dejar su absurda vida, y  te rezan cada noche antes de dormirse, sálvanos de este sufrimiento de humanos y cobardes, tenemos tanto que perder, no podemos arriesgarnos, si tuviéramos más, aún más asustados estaríamos de perderlo todo, por eso sálvanos, concédenos la gloria de ser ricos sin trabajar, tal vez entonces la vida tenga un sentido, y en mi esquela se lea fue rico, aunque todos sepan que fuiste un pusilánime más, un bastardo imitador de muecas, un libre pensador planificado, un artista del defecado, un carnívoro impoluto, un bípedo arrodillado, un aguafiestas de tu propia existencia, un músico del estornudo, un animal amaestrado, un consumidor de esperanzas, un héroe del recreo, un maestro del ridículo, el biógrafo de un aborto, el padre de un millón de suspiros, madre de un millón de horas muertas, el protagonista de una mentira, un existencialista de redes sociales, un exfilósofo, un moralista de diván, un provocador de bostezos, un guerrillero de barra de bar, un activista de la siesta, un ya veremos, un orgasmo sin querer, el sexo de látex, la dosificación de pasiones, una oferta de erotismo, un masturbador consuelo, la palabra ESTÚPIDO (en mayúsculas) al lado de la palabra poeta, un tierno anticuado, un pasado privatizado, una memoria de catálogo, un futuro olvidado, un presente utópico, un peor es nada, un boludo alegre, un viernes a las tres de la mañana escuchando los aplausos del reloj por tu oda a la soledad.

Y sigo sin escribir la palabra mierda, con lo bien que suena.

domingo, 7 de diciembre de 2014

Relato insignificante IV

Querido mio,

te escribo sólo para decirte que no necesito que me llames más, ni que me escribas más cartas, no quiero más palmaditas en la espalda, no preciso el incesante jolgorio de formalismos y consuelos que suenan a felicitaciones. No voy a atender tus peticiones inesperadamente esperadas, ni ese abrazo fantasma que no me diste hace años. Definitivamente no quiero más que los ojos sean dos cuencos vacíos de nostalgia y pena, un reflejo de un niño viajero, ni que este cuaderno sea un diario de viajes inventados, soñados y malditos, nunca realizados, no me supliques fríamente con tus mentiras edulcoradas que me quede, que comparta con quien sea una desconsolada vida infeliz y aquí, que me conforme con una excitante rutina de aprendiz de hombre, y que me repita cada mañana al espejo -qué bien te sienta ese traje de piel- ; aunque no sea mío, aunque tenga que devolverlo alimentado y cuidado en una caja de madera después de hacer el intento de usarlo, por eso, por favor, no me escribas más cartas tan patéticas como esas en que alimentas mi narcisismo de barrio, cuidando siempre la elegancia de las miradas perdidas y con la vida empatada en excusas.

Te pido que te olvides de mí, bórrame, ya te recordaré yo en alguna de mis obras, porque aunque no me creas estoy decidido, no me queda otra, voy a gritarle, a chillarle, a llorar y sufrir este papel, voy a darle hasta el último sentido de mis días, voy a ponerme a soñar como un loco, se me colarán las historias por todos lados, te lo prometo, me sorprenderán con el último silencio de la noche o con la figura descompuesta de una nube en el techo azul, o tal vez las encontraré deambulando en el pasado que hasta este momento lo ha sido todo, no lo sé. Escribiré de ti, serás ese personaje que alguna vez fui, contaré de los miedos que sin duda tengo, pero ya no consiguen paralizarme. Fuiste irremediablemente lo que soy.

Te agradezco tanta protección, tu esfuerzo de leyes, tus tiernos poemas de amor (inventados o no), tu diario desconsolado que ahora arden, tus paseos por ciudades secretas. No todo fue malo, pero ahora me pesas mucho, me ahogas, por eso te despido,  embarco hacia el Sur, a vivir la vida que nunca tendrías.

 Cuídate, vive despacio y tente toda la compasión del mundo.

Hasta siempre.

Transcribo esta carta manuscrita que encontré en un libro insignificante de relatos que compré hace unos días en un rastro, me preocupa que su destinatario no la haya leído nunca.

No tiene fecha, ni está firmada.