domingo, 7 de diciembre de 2014

Relato insignificante IV

Querido mio,

te escribo sólo para decirte que no necesito que me llames más, ni que me escribas más cartas, no quiero más palmaditas en la espalda, no preciso el incesante jolgorio de formalismos y consuelos que suenan a felicitaciones. No voy a atender tus peticiones inesperadamente esperadas, ni ese abrazo fantasma que no me diste hace años. Definitivamente no quiero más que los ojos sean dos cuencos vacíos de nostalgia y pena, un reflejo de un niño viajero, ni que este cuaderno sea un diario de viajes inventados, soñados y malditos, nunca realizados, no me supliques fríamente con tus mentiras edulcoradas que me quede, que comparta con quien sea una desconsolada vida infeliz y aquí, que me conforme con una excitante rutina de aprendiz de hombre, y que me repita cada mañana al espejo -qué bien te sienta ese traje de piel- ; aunque no sea mío, aunque tenga que devolverlo alimentado y cuidado en una caja de madera después de hacer el intento de usarlo, por eso, por favor, no me escribas más cartas tan patéticas como esas en que alimentas mi narcisismo de barrio, cuidando siempre la elegancia de las miradas perdidas y con la vida empatada en excusas.

Te pido que te olvides de mí, bórrame, ya te recordaré yo en alguna de mis obras, porque aunque no me creas estoy decidido, no me queda otra, voy a gritarle, a chillarle, a llorar y sufrir este papel, voy a darle hasta el último sentido de mis días, voy a ponerme a soñar como un loco, se me colarán las historias por todos lados, te lo prometo, me sorprenderán con el último silencio de la noche o con la figura descompuesta de una nube en el techo azul, o tal vez las encontraré deambulando en el pasado que hasta este momento lo ha sido todo, no lo sé. Escribiré de ti, serás ese personaje que alguna vez fui, contaré de los miedos que sin duda tengo, pero ya no consiguen paralizarme. Fuiste irremediablemente lo que soy.

Te agradezco tanta protección, tu esfuerzo de leyes, tus tiernos poemas de amor (inventados o no), tu diario desconsolado que ahora arden, tus paseos por ciudades secretas. No todo fue malo, pero ahora me pesas mucho, me ahogas, por eso te despido,  embarco hacia el Sur, a vivir la vida que nunca tendrías.

 Cuídate, vive despacio y tente toda la compasión del mundo.

Hasta siempre.

Transcribo esta carta manuscrita que encontré en un libro insignificante de relatos que compré hace unos días en un rastro, me preocupa que su destinatario no la haya leído nunca.

No tiene fecha, ni está firmada.

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