Desconozco
que pasó después, todo lo que sé es que llegó corriendo, asfixiado, tuvo que
esperar unos segundos para recuperar la voz, nosotros lo escuchamos con cierta
expectación, parecía traer un mensaje importante, había golpeado con fuerza las
puertas a las 3 de la madrugada. Pero no, sólo preguntó dónde estaba y hacía
cuánto se había marchado. Llegaba 2 días tardes y nadie sabría adivinar dónde
podría estar. Alejandra nunca nos lo dijo, creo que tampoco nadie se lo
pregunto. Todos dábamos por hecho que se marcharía, aunque después de lo
ocurrido permaneció dos semanas más con nosotros (tal vez esperándolo); pero
todos en casa dejamos de sentirla, y la entendíamos, por eso nadie intentaba
sacarle palabras que ella no quisiera entregarnos , ni gestos, ni miradas que
ya no nos pertenecían, que ya no le pertenecían a este mundo.
Manuel
había corrido más de 2 kilómetros, desde un departamento donde permanecía
escondido desde hacía más de 3 meses,
atravesó toda la ciudad, que ya no era una ciudad sino una mezcla de escombros
y sombras. Acababa de enterarse, o simplemente soñó o sintió lo que había
pasado, hay personas que pueden hacer eso, aunque en este caso el mensaje había
llegado demasiado tarde. No nos pidió más detalles de ella, no nos preguntó qué
había hecho después, o si habíamos intentado ayudarla de alguna manera. No le
interesaban nuestras ajenas reacciones u opiniones, mucho menos nuestro
consuelo, que seguro consideraba inútil o falso, y lo entendíamos. Alejandra
había violado todos los códigos, todas las reglas, y eso en este mundo nunca
queda impune, aunque ella tal vez nunca llegase a comprender las razones.
No
dijo ni siquiera adiós, todos la vimos en silencio bajar la escalera, tuvo un
último aliento de valor para mirarnos a los ojos (me
impresionaron sus ojos, estaban huecos, casi ciegos), intentaba decirnos algo que, supongo, ni
en un millón de un años entenderíamos, y sin embargo para ella era obvio, absoluto.
Cargaba una mochila donde llevaba algo de ropa y todas las pruebas de su
crimen. Desde el primer momento supo que todo aquello sería su condena, aunque
nunca imaginó la gravedad de las consecuencias. Todo aquello que pasaría y que
conseguiría, por fin, borrarle esa estúpida sonrisa de la cara. En la puerta
sujetando el pomo se detuvo más de la cuenta, fue incapaz de decirnos aquello
que hubiese gritado, suspiró y salió.
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