Sólo necesito las palabras exactas, el tiempo preciso, la intriga justa. Creo que si estuviera a punto de morir este texto sería el mejor
que escribiría. Oler el perfume de la muerte podría enloquecerme, o eso creo, o
eso quiero creer para consolarme con textos mediocres. ¿Qué sería sentir el
frío metal en el cogote?, despacio, te susurra una voz gastada, no te muevas,
sus amenazas traspasan todas las fronteras, me siento desnudo ante
una voz de mujer, no la puedo ver pero siento su cuerpo blanco y tenso como la
prolongación del metal del arma que nos enlaza, nuestros corazones laten a la misma velocidad, pero ella es una gran profesional y mantiene las formas, en
cambio a mí se me quiebra la voz, un
tartamudeo cobarde suplica por mantener un instante más esta absurda vida, ella
sin embargo ríe poderosa dentro un lujurioso vestido rojo, mi vida no vale nada
para ella, las vidas en general no valen nada, aunque tengan precios y nos enseñen
a buscarles un porqué, como lo busco ahora a punto de morir entre sus juegos de
azar, entre sus piernas y las sombras, entre su escote y el revólver.
Buscan los poetas las palabras al borde de la muerte, convencidos de poder
vencerla con su arte, al menos posponerla una noche más, escriben sus vulgares obituarios, pretendiendo superar la voluntad de los
fantásticos y fanáticos dioses que crearon a los hombres, para llegado el
momento enfrentarse al juicio de la eternidad con un corazón perturbado y
una espiral de versos compuestos en
inventados abismos, enjuagados en alcohol, amenazados por el metal de un revolver Colt
Anaconda sujetado por las finas y excitadas manos de una rubia que se marchará
de la misma manera que vino, después de hacerme manchar con sangre de versos lo
que pudo ser un gran poema de un mezquino amante.
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