lunes, 15 de junio de 2015

Colt

Sólo necesito las palabras exactas, el tiempo preciso, la intriga justa. Creo que si estuviera a punto de morir este texto sería el mejor que escribiría. Oler el perfume de la muerte podría enloquecerme, o eso creo, o eso quiero creer para consolarme con textos mediocres. ¿Qué sería sentir el frío metal en el cogote?, despacio, te susurra una voz gastada, no te muevas, sus amenazas traspasan todas las fronteras, me siento desnudo ante una voz de mujer, no la puedo ver pero siento su cuerpo blanco y tenso como la prolongación del metal del arma que nos enlaza, nuestros corazones laten a la misma velocidad, pero ella es una gran profesional y mantiene las formas, en cambio a mí se me quiebra la voz,  un tartamudeo cobarde suplica por mantener un instante más esta absurda vida, ella sin embargo ríe poderosa dentro un lujurioso vestido rojo, mi vida no vale nada para ella, las vidas en general no valen nada, aunque tengan precios y nos enseñen a buscarles un porqué, como lo busco ahora a punto de morir entre sus juegos de azar, entre sus piernas y las sombras, entre su escote y el revólver.
Buscan los poetas las palabras al borde de la muerte, convencidos de poder vencerla con su arte, al menos posponerla una noche más, escriben  sus vulgares obituarios, pretendiendo superar la voluntad de los fantásticos y fanáticos dioses que crearon a los hombres, para llegado el momento enfrentarse al juicio de la eternidad con un corazón perturbado y una espiral de versos compuestos  en inventados abismos, enjuagados en alcohol, amenazados por el metal de un revolver Colt Anaconda sujetado por las finas y excitadas manos de una rubia que se marchará de la misma manera que vino, después de hacerme manchar con sangre de versos lo que pudo ser un gran poema de un mezquino amante.

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