domingo, 7 de febrero de 2016

Por una cabeza

La universidad recibe cada año cientos de estudiantes de otros países, y a su vez envía estudiantes a otras universidades; pero lo cierto es que la universidad es solo una excusa, no suelen asistir con regularidad a clase, les preocupan otras cosas, ya sabe, viajar por el país, hacer fiestas, conocer gente, aprender idiomas… Los profesores solemos aprobarlos si muestran un mínimo de interés, si se presentan a los exámenes, por lo menos. Como tutor suyo me interesé por su situación en la ciudad, me dijo que se encontraba a gusto, que le gustaba pasear de noche por la ciudad, claro que le advertí que evitase ciertos barrios.

Me pagó 6 meses por adelantado, por eso consiguió que le rebajase un poco el alquiler, no suelo dar el brazo a torcer con ese tema. Llegó directamente con la maleta, me dijo que estaría hasta verano en la ciudad, que estudiaba en la universidad, pero también trabajaba para un periódico en internet. Me pareció buen muchacho, aunque no hablaba perfectamente el idioma, sabía ser educado.

Venía de vez en cuando por aquí, nunca supe su nombre, siempre saludaba, pedía un café con leche y se sentaba en aquella mesa junto a la ventana. Solía estar una hora, hora y media, siempre volvía media taza de café frío. Escribía o leía, se olvidaba de todo, no sé cómo lo conseguía, a pesar del ruido no levantaba la cabeza del cuaderno, salvo para mirar por la ventana. Recuerdo que esa tarde no vino solo, lo acompañaba una muchacha morena con el pelo muy largo, ella se marchó antes que él. En algún momento me pareció ver como se acariciaban las manos, me alegré por el muchacho, pero ahora creo que fue más bien una despedida.

Sus profesores me han comentado que sí lo habían visto en clase, que iba frecuentemente, pero coincidían en que parecía distraído, siempre mirando por la ventana, lo cierto es que las vistas de la ciudad desde la facultad son maravillosas. Ahora que lo pienso, recuerdo que una vez lo saludé por el jardín de la facultad, y estaba acompañado de una muchacha, puede ser la de foto. No entiendo que pudo haber pasado, no creo que vuelvan a enviar estudiantes de su universidad.

Cuando entramos al departamento, una corriente de aire hizo volar los papeles de la mesa, por eso fui corriendo a cerrar el ventanal del balcón, pero el otro policía me gritó que no tocase nada, le respondí que esa no eran formas de hablar a una señora. Me pareció que todo estaba en su sitio, quizás algo más sucio, algunos platos en el fregadero, la cama sin hacer, algo de polvo en los muebles, pero nada que no haya visto en otros inquilinos de la misma edad, los jóvenes tienen poco cuidado con esas cosas. Lo que más les llamó la atención a sus compañeros fueron los cuadernos manuscritos, unos 6, pero entre la caligrafía y el idioma no pudimos entender nada. También me preguntaron por la pila de libros junto a la cama, casi 20, desparramados por el suelo. Creo que fue ojeando uno donde encontraron la foto del chico con una muchacha. Tenía pensado llamarlo esta semana, aun le quedaba medio mes de alquiler.

Esa noche había sido tranquila, sí, está bien para ser un martes de enero, pero con este tiempo tan loco, casi 20 grados, miré, la gente se anima  a tomarse una  cerveza antes de volver a casa, pero esa noche no, por eso salí a recoger las mesas más temprano, serían las once. La chica que me ayuda en la barra, trabaja por horas, sabe, si no hay trabajo pierdo dinero, eso de los brotes verdes es tan relativo. Sí, estaba recogiendo las mesas de fuera cuando una mujer pegó un alarido, iba a decirle algo cuando vi que señalaba al cielo, apena vi algo antes de escuchar aquel ruido seco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario