Pondré música, dulce y suave, serviré el vino en las copas, entonces
bailaremos, muy cerca, rozando nuestros cuerpos, sintiéndonos. Te besaré la
mejilla y sonreirás, todo envuelto por las sombras de un temblor de las velas.
Vivamos un poco, susurraré en tu oído, olvidemos todo y vivamos, te lo pediré
como el último mi único deseo, con los ojos asustados del niño y el
valor del hombre enamorado. Sí, responderá la voz de una niña, y abrazaré tu
cuerpo de mujer, el mismo que he buscado durante toda mi vida. Comprenderemos juntos
los secretos de este mundo, viajaremos a través de nuestros cuerpos por todos
los caminos, soñaremos unidos por la misma imaginación, nuestra compartida
ilusión, sentiremos los años, el cansancio y la angustia en nuestra piel
protegida bajo las mismas sábanas. Te amaré compañera, te seguiré en la aventura
que comenzamos incluso antes de conocernos, pero en la que siempre estuvimos, hasta la
noche que dancemos por última vez, hasta el punto final de los días mundanos de
nuestra esencia mágica. Entonces la existencia de esta pequeña suma de
sonrisas, caricias y besos habrá triunfado, y la muerte quizás no sea el fin, ni
el comienzo, ni nada, para nosotros ya no habrá límites, y todo aquello que los
hombres inventaron para ahogarse será la arena de una playa donde bañarnos
desnudos y eternos. Sólo quiero que vivamos un poco, sólo eso, Sofía.
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