domingo, 1 de marzo de 2015

Miles de mundos

Entonces alguien se levantó de entre la multitud adormecida, entre bostezos escucharon el discurso inédito de alguien que hasta ese momento era una sombra más. Hemos habitado miles de mundos, nosotros, esa especie elegida entre todas, hemos contaminado y destruido esos mundos, humillando la hermosa creación, para luego caer en nuestro propio abismo y extinguirnos. Ignorando nuestro pasado infame volvemos a desarrollarnos en otro mundo, en ese juego de azar infinito del universo, y volvemos por tanto a perdernos en las nimiedades de un patético ego, nuestras manos vuelven a construir espejos enormes para santificarnos y alabar la gloria de nuestra vírica existencia, desarrollamos sofisticadas fórmulas de alienación, inventamos dioses y reyes a quienes entregarles nuestras culpas y logros, para liberarnos de nuestra pesada conciencia y dejar por tanto que el destino fluya liviano llevando nuestra resignada y frágil presencia terrenal. Inventamos palabras como alegría y amor, e intentamos alcanzarlas como quien quiere atrapar golondrinas con las manos. El auditorio, luchando contra su profunda pereza, intentaba comprender las palabras de alguien que pretendía atravesar todas las barreras físicas, el orador analizó a su público, intentando saber si sus palabras tenían algún eco, si su discurso había conseguido tocar la capa sensible de aquellos que se cubrían con una apática manta. No encontró entre la multitud de ojos signos de vida, cerró los suyos y confesó. Anoche soñé con uno de aquellos bastardos mundos, desde el espejismo de una ventana vi la algarabía del fin, la lucha incesante de colores incendiaba mis pupilas asustadas, puntos débiles de luz eran devorados por la oscuridad, la muerte y el silencio, una lluvia ácida lo bañaba todo, y al caer en mi piel la envejecía mil años, el aire era una nube espesa que caía por infinitas ciudades desiertas, edificios de papel eran  despedazados a su vez por olas de un mar podrido y atómico. Yo era el último habitante vivo de un mundo mecánico y artificial,  el último ser onírico atrapada en la pesadilla del progreso humano. A miles de kilómetros distinguía un moribundo sol a punto de explotar y borrarnos para siempre de la historia universal, perdonándonos, tal vez, nuestra fracasada existencia. Guardo silencio un segundo, esperando una respuesta del aletargado público, pero sólo obtuvo más silencio, derrotado se desvaneció entre las sobras, diluyéndose entre la multitud que esperaba que la enorme pantalla volviera a iluminarse.

No hay comentarios:

Publicar un comentario