Mientras
espero que acabe el mundo, escribo cartas de despedida a gente desconocida.
Busco en una guía telefónica una dirección al azar, como todo en esta vida,
elijo un nombre común, sin matices, para mí es sólo un destinatario: Marta
García Fuente, Antonio Pérez Guerrero, Azucena Martínez Gil… Los trato con
cariño como si los conociera de toda la vida, les hablo de tú, a veces les pido
disculpa por no haberles escrito antes, han pasado tantos años. Les pregunto
por cómo está la familia, cómo va el negocio con estos tiempos tan difíciles.
Les cuento un poco de mí, que he perdido el trabajo, pero no te aflijas
querido o querida, ya saldrá algo mejor. Les cuento que me acordé de ellos
gracias a un álbum de fotos que recuperé en la mudanza, ahí estábamos,
sonriéndole a las cámaras en algún cumpleaños, o fiesta de fin de año, o un día
cualquiera, éramos felices. Sí, me mudé, no podía seguir pagando la hipoteca, y
antes de ser noticia preferí dejar todo lo más limpio y ordenado posible, me
educaron para ser responsable, por eso busqué algo más barato, una habitación
pequeña desde donde volver a empezar. Está siendo difícil, poco a poco.
Me
invento una vieja anécdota de cuando nos frecuentábamos, en el instituto, la
facultad, o del barrio donde vivíamos, les digo, no te acordarás pero a mí
sigue sacándome una sonrisa esa historia, falsa, por supuesto. Les pregunto
también por amigos o conocidos en común, qué será de la señora Margarita y su
afición de mirar por la ventana, siempre nos espiaba, aunque todos lo sabíamos,
éramos sus sospechosos consentidos, o del Profesor Ramón y su irreductible
bigote matemático, ¿te acuerdas? Les doy gracia por todos esos momentos que
ahora recuerdo con nostalgia, aunque nunca sucedieran. Líneas más abajo,
después de tantos recuerdos inventados, dejo de fingir, les confieso la verdad, pienso suicidarme, ya no tengo ninguna esperanza en esta vida, no tengo
fuerzas, llevo triste muchos meses. Mi mujer me abandonó y se llevó a los
niños, mi familia no quiere saber de mí, mamá está muy viejita y con Alzheimer,
no me reconoce, y papá murió hace años. La vida era feliz antes, cuando eramos jóvenes, cuando nos veíamos, les digo, fuiste un gran amigo o amiga, un gran
amor. Siempre te recordaré. Adiós.
Desde
que empecé con mis cartas de despedidas, hace algo más de dos meses, me han
devuelto 4 por no tener remitente, otras 8 no han tenido respuestas, sólo una
tal Sofía Espinoza Ortiz se acuerda de mí y me ha pedido que no cometa una
locura, me ha contado un poco de ella, también está separada, me ha propuesto vernos otra vez, como si fuese
la primera.
No hay comentarios:
Publicar un comentario